El 3 de julio del 2011 el
Papa Benedicto XVI dio desde su balcón unos consejos para las vacaciones.
“No se trata de irse por irse para encontrar descanso, más bien se trata de vivir de una manera nueva nuestras relaciones con nuestros prójimos, con Dios, tomando el tiempo que esto requiere”.
“La
fe en su presencia nos ofrece la serenidad de quien se sabe siempre amado por el Padre.” Por eso: “Dejemos amplio espacio a la
lectura de la Palabra de Dios, en particular al
Evangelio, que no dejaréis de meter en vuestras maletas en estas vacaciones!”.
Y en el mensaje que pronunció desde su ventana, comentando el evangelio dominical, explicó: "Jesús promete que dará a todos “descanso”, pero pone una condición: “Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón”. ¿En qué consiste este “yugo”, que en lugar de pesar aligera, y en lugar de aplastar levanta?
El “yugo” de Cristo es la ley del amor, es su mandamiento, que ha dejado a sus discípulos (cf.
Juan13, 34; 15,12). El verdadero remedio para las heridas de la humanidad -tanto materiales, como es el hambre y las injusticias, y psicológicas y morales, causadas por un falso bienestar- es una regla de vida basada en el amor fraterno, que tiene su manantial en el amor de Dios. Por esto
es necesario abandonar el camino de la arrogancia, de la violencia utilizada para procurarse posiciones cada vez de mayor poder, para asegurarse el éxito a toda costa. También por respeto del ambiente es necesario renunciar al estilo agresivo que ha dominado en los últimos siglos y adoptar una razonable “mansedumbre”. Pero sobre todo en las relaciones humanas, interpersonales, sociales, la regla del respeto y de la no violencia, es decir, la fuerza de la verdad contra todo abuso, puede asegurar un futuro digno del hombre."
Queridos amigos, ayer celebramos una particular
memoria litúrgica de María Santísima, al alabar a Dios por su Corazón Inmaculado. Que la Virgen nos ayude a “aprender” de Jesús la humildad verdadera, a tomar con decisión su yugo ligero, para experimentar la paz interior y ser capaces de consolar a otros hermanos y hermanas que recorren con fatiga el camino de la vida.
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